viernes, 18 de enero de 2008

El club de los humildes *

He intentado retenerte en mis manos apretando los puños, pero te filtras poco a poco entre mis dedos, siempre supe que tarde o temprano el tiempo me daría a probar mi propio veneno para que supiese a qué saben los juegos de amor cuando yo solo soy el cubilete y los dados danzan en mi interior a antojo de quien me posee. Amargo.
Podría llorar y tal vez sea lo que ansía el destino, que por primera vez sea yo la que sufra por una separación, pero no voy a hacerlo y no porque seas tú, sino porque soy yo y quiero seguir siéndolo por el resto de mis días. Lo fácil sería ceder, mirarme el ombligo pensando que es el centro del universo y llorar tu ausencia, lo cierto es que no estás ausente, simplemente te has marchado y eso me crece, realmente no me merecías y te has retirado a tiempo para quedar victorioso. Me has dado un motivo para seguir con la cabeza erguida, me tenias miedo y temiste no dar la talla. Desde luego no la has dado.
Me gustaría verte ahora, te miraría a los ojos y sin palabras sabrías lo que pienso, tal vez no tenga un gran cuerpo ni unas largas piernas, pero mi mirada es capaz de despellejar hombres como vigas, hundir las pupilas en el pecho y partir un corazón latente de pavor.
Recuerdo tus últimas palabras, imprecisas, escasas, aunque la verdad, no se de qué me sorprendo si nunca supiste utilizar bien la lengua.
Mientras me pinto las uñas pienso en cómo será el próximo hombre que pase por mi vida, me gustaría que fuese poeta, al menos ellos siempre saben qué decir y no centran su vida en las cosas banales. Son capaces de todo a cambio de alcanzarte un vestigio de alma. Tienen la capacidad de llevarse a la cama casi a cualquier fémina que se propongan y la van embaucando con el cuento del amor es verso y el sexo el clímax del amor. Follar es poesía…y yo soy virgen. Cuénteme un cuento.



Ajedrez



Era tu turno, te tocaba mover ficha y yo tenía la partida prácticamente ganada. Te miré por encima del alfil y lancé una sonrisa de satisfacción. Jamás había ganado nada en la tómbola, ni en los sorteos del colegio, quizá por eso nunca jugué a la lotería ni hice una quiniela, la suerte nunca estuvo de mi lado y mucho menos cuando se trataba de puro azar, creo que el destino se olvidó de dibujarme esa línea en la mano.
Tenías dos dedos puestos en la torre, con ese movimiento a penas me comerías un peón, así que no me preocupaba, a mi me quedaban tres movimientos para fulminarte, entonces todo dio un giro inesperado, te dirigiste hacia tu reina y la sacaste a la mitad del tablero.
¿Qué podía decir? Habíamos vuelto a caer en lo mismo, mi confianza y tus jugadas, todo sobre la misma mesa bajando por la garganta con la ayuda del café. Lo tenías todo planeado ¿verdad? Tú y tus juegos del tira y afloja, y yo, estúpida, volvía a caer en tu jaque. Rápida comencé a pensar en una táctica de ataque, pero solo acudían defensivas y me daba la sensación de que iban a ser poco eficaces Interpuse un caballo y cayó, te lancé una torre y la derribaste, sacrifiqué el alfil y todo terminó en jaque mate.
Nunca te pediré revancha.