jueves, 3 de abril de 2008


Descalza,
caminando de puntillas
con el índice en la boca
para no despertar a las horas
que se durmieron hace a penas un minuto,
temiendo la avalancha que se avecina,
más peso sobre los párpados
no creo que se pueda soportar,
ni en los hombros,
ni hay más hueco en el pecho
siquiera par un último rechazo
para un reproche que esta vez merezco.

Descalza,
caminando sobre el cristal de los amaneceres rotos
de los sueños quebrados ,
arrastrando los pies
mientras juego con la lluvia
intentando borrar las marcas perpetuas de tus pasos,
ordenando ideas
convenciéndome de que te has ido,
haciendo maletas a los versos que te escribí,
a los que me guardé para susurrarte al oído
“si algún día los espacios
deciden restarse bajo nuestros pies
y las palabras pasan a ser más que letras,
y los suspiros
algo más que un simple acto reflejo,
por si algún día vienes
para sonreír en mis sonrisas
para mirarte en mis ojos”
.

La resignación no es una virtud,
y ando libre de ese defecto
pero sé que en este momento
sería buena medicina,
neutralizaría el dolor,
tuyo y mío
y después me marcharía lejos de ti
con un simple alzamiento de hombros
sin volver la cabeza atrás
diciéndome a mi misma que nada se podía hacer,
que el coma profundo se hizo irreversible
y era mejor esperar la muerte,
( pero nada de esto me es posible).

Un sobre en blanco,
el eco de mis pasos avanzando solos,
estados de controversia
y yo…
perdida en el vértice circular.

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