miércoles, 14 de mayo de 2008

El club de los humildes *** Ellos,mi vida,yo


Me he tenido que levantar, estaba en la cama y no podía dormirme, era como si a las sábanas les hubiese dado por darme mordiscos en la espalda. Entre vuelta y vuelta he estado repasando mi vida y alguno de sus acontecimientos y finalmente me he decidido a levantarme para escribir un rato, Con mi taza de roibos en una mano y un bolígrafo medio seco en la otra sin más luz que la de un flexo que me calienta las sienes he comenzado a escribir mis pensamientos.

He recordado a mi madre y sus bocadillos aceitosos metidos en mi mochila de colegio, por más servilletas que envolviese alrededor siempre me pringaba el estuche de lata y después me era imposible abrirlo pasa sacar mis lapiceros. Mi madre, santa mujer, adivinaba el futuro quizá por eso nunca me atreví a mentirle, una vez se me ocurrió y me tuvo sentada en la cama hasta la una de la madrugada haciéndome preguntas sobre el tema hasta que finalmente desesperada le grité que había mentido, ella y su empeño en hacer montañas de granos de arena siempre me desesperó, sin embargo cuando alguno de mis relaciones me dejaba ella siempre me decía “era un buen chico, quizá simplemente no te quería” y acompañaba su frase con una palmadita en al espalda de consuelo. Gracias mamá.

También recordé a mi padre y a su taxi. Cuando viene a mi mente su imagen siempre es la misma, él, sentado en el coche con la ventanilla bajada y su enorme panza descansando sobre las piernas. Siempre fue un buen tipo hasta que empezó a perder el pelo, a veces dudo si se lo arranca porque no es normal que tenga continuamente cabellos sueltos sobre el jersey a veces mezclado de alguna caspa que prefiero no sacudirle. Mi padre, si lo clonasen le harían un favor a la humanidad. Siempre tiene un piropo para mi, “ole mi niña guapa, lo más bonito del barrio y del mundo entero”, y acompaña su frase de una palmada en el culo.

Acudieron a mi mente mis dos hermanos, Carlos y Diego. Los pilares de mi infancia, tan unidos durante años y ahora tan indiferentes unos con otros. Yo me relaciono con ambos, los quiero por igual, cada cual tiene sus defectos y virtudes, tal vez al nacer chica me quedé con la mejor parte, la virtuosa, el lado oscuro no llego a arraigar en mí y doy gracias. Con Diego a penas tengo relación desde el día que entré a su cuarto sin llamar a la puerta y lo encontré besándose con Gabriel, su mejor amigo. Juro que nunca dije nada a nadie, besarse con los amigos o amigas no era algo grave, yo lo hacia continuamente con mis amigas del colegio.

A Carlos le debo mucho, aunque jamás llegaré a agradecérselo pues no sería ético, gracias a él descubrí una buena parte de la sexualidad, quizá la más importante. Recuerdo que hacía apenas un par de días mi mejor amiga del colegio me explicó cómo se hacían los niños, “mi madre me ha dicho que el hombre tiene una cosa con la que hace pis y la mujer un agujero también por donde hace pis, entonces el hombre le mete su cosa a la mujer por el agujero y así se hacen los niños”, tragué saliva, los hombres tenían una cosa que entraba dentro de la mujer, en mi casa habían tres hombres y jamás vi tal cosa. Mientras Carlos se duchaba abrí un poquito la puerta, lo justo para que un ojo se colase junto a mi naricilla curiosa y así contemplar aquel misterio de la naturaleza que me había sido vetado. Carlos estaba bajo el chorro del agua, debía estar muy caliente porque salía gran cantidad de vapor, el tenia la cabeza echada hacia detrás y de vez en cuando la agachaba para mirar lo que tenia fuertemente asido en su mano mientras la agitaba rítmica y enérgicamente hacia arriba y hacia abajo, resoplaba e incluso a veces gemía bajito, eso era lo que embarazaba a las mujeres. Pensativa me fui a mi cuarto, no era posible que algo de se tamaño me cupiese por alguno de mis agujeros. Nunca había usado el pestillo de mi habitación, pero había llegado el momento de invitar a la intimidad y compartir con ella un par de dudas. Me quité las braguitas, me tumbé boca arriba en la cama y deslicé la mano bajo mi vestido, palpé con detenimiento la anatomía de mi sexo en busca del agujero por el que entraban los niños y efectivamente allí estaba, húmedo, tibio y agradable. Introduje el índice despacito, me sentía rara, algo me decía que aquello no estaba bien así que deje de hacerlo, pero había algo que me resultaba mucho mas placentero las caricias externas conseguían que se me pusiese la carne de gallina y que el corazón me latiese con mas fuerza. En esta vida todo es cuestión de práctica y yo soy muy tenaz. Gracias Carlos.

Analizando a mi familia detenidamente he llegado a la conclusión de que soy un ángel entre mortales, tal vez gracias a ellos he aprendido algunas cosas, pero es mi práctica la que me ha llevado a la perfección. El mundo debe sentirse feliz de tenerme sobre él.

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