
Soy la puta de los lunes, la que sirve de sabana blanca donde se limpian los hombres el semen de los domingos, donde se secan las mujeres las mentiras de entre semana y con las vueltas de mis calcetines se hacen torniquetes alrededor de las muñecas, para no olvidar que son esposas, que lo fueron mucho antes de nacer y fueron a consolidarlo sin apenas haberse parado a pensar si querían o no un anillo alrededor del cuello y un símbolo de propiedad en el dedo.
Hoy vuelve a resucitar el teléfono y siempre contesta la misma voz al otro lado, la chica de los lunes, la puta que más barata sale y la que nunca se cansa de sonreír. Soy y no puedo menos que odiarme e intentar besarme a la vez por parecer tan genialmente estúpida. Mi paranoia se vuelve cómplice con una canción que siquiera sé de quien es, lo único que conozco de ella es que pertenece a una banda sonora, que es tan desgarradora que puedes llegar a sentir las notas amarrándose al esófago como pretendiendo quedarse a vivir un par de años, al menos lo que duran los efectos del humo de la chimenea de mi casita de muñecas.
Me gusta comprar libros y acariciar cada página antes de regalarlos. Soy tan gilipollas que los beso y todo, creo que en algún lugar se caerá alguno de estos besos y alguien con necesidad de ellos lo recogerá y se lo guardará en la boca, quizá algún día ese alguien encuentre a otro alguien que también necesite un beso y se lo de, es el único modo de conseguir que no mueran nunca.
Hoy es lunes, he vuelto a ser puta. Hay días en los que me siento bien, pero precisamente hoy no es uno de ellos, quizá es el peor de ellos porque tampoco me siento mal y yo lo único que quiero es sentir algo. Tal vez ya no sirva para eso, quizá deba limitarme a sonreír de vez en cuando o llorar cuando se supone que debo hacerlo. Es posible que me haya caducado, que haya pasado a ser como el resto del mundo que se sienta en el sillón los sábados por la tarde, o se asoma a la ventana viendo a la gente pasar sin mirarse unos a otros, con inexpresividad absoluta en sus rostros, con la indiferencia barnizada en la cara.
Quizá deba cerrar el burdel y lavar las sabanas. A lo mejor debo ponerme un cartel de cerrado en la boca y dejar de sonreír, a lo peor tengo que apuntarme al paro y hacer cola esperando que me den mi dosis de amor y dejar que este mundo se autoabastezca de donde pueda, dejar de pensar en alguien y pensar en nadie o en mí, que para muchas personas viene a ser lo mismo.
No voy, ni vengo, pero al menos hoy es lunes y los lunes siempre soy algo más que alguien para muchas personas, sobre todo para mí.
¡Niñas, al salón!